La colonia de loros barranqueros mas grande del mundo

Recorriendo la costanera de Viedma una señora se acercó dándonos charla y luego como quien no quiere la cosa preguntó si éramos “los del motorhome aquel”. Así empezó la charla, con datos y preguntas que iban y venían, adosando información a la que tenían los folletos de mi mano.

Nos contó que la playa de los viedmenses  es El Cóndor, a sólo 30 kilómetros y que es ideal para disfrutar del agua, de playas de arena, amplias y solitarias (eran días de calor intenso propio de enero).

Al llegar descubrimos este paraíso que además de arena tenía zonas de playas con piedras grandes de arenisca , con berberechos, algas y fósiles marinos que nos llamaban poderosamente la atención.

Sin embargo, no era lo único por descubrir. Nos encontramos con un escenario particular: altas paredes de arenisca, completamente llenas de cavidades.
Sí, de casualidad conocimos a la colonia de loros barranqueros más grande del mundo. Son las gratas sorpresas que da el viaje cuando no tenés planes pre-fijados y te abrís a las recomendaciones.

Allí hay 35 mil nidos activos, a lo largo de 12 kilómetros de acantilados que miran al Atlántico, desde Playa Bonita hasta la barranca del faro, un espectáculo natural escondido en un rincón de la Patagonia.

En cada nido habita una pareja, y la hembra pone entre 2 y 3 huevos. Lo que nos resultó curioso es que los loros que no forman parejas, no tienen nidos, o sea que por las noches se posan en árboles y cables de todo el pueblo. En esa hora muerta de la tarde, sus siluetas son una atracción difícil de ignorar.

Para nosotros era hermoso ver las bandadas desplazarse de un lado a otro con sus multicolores desplegados por el aire y escuchar el griterío que lo invadían todo. A las cuatro de la mañana te despierta el bullicio que hacen en el silencio de la noche y  nos resultaba curioso espiarlos corriendo las cortinas del motorhome. Pero...claro, para quienes viven ahí no resulta, tal vez, tan agradable. Hay quienes ya no aguantan el parloteo continuo y quienes lo aceptan con cierta resignación porque son el atractivo del lugar. Son pocos los nativos que disfrutan de estas aves. No es porque sean odiosos, es que estos lindos loritos excrementan por todos lados (sobre personas a menudo), pierden sus plumas que luego  se depositan en cada rincón, y habitualmente rompen el tendido eléctrico dejando cuadras sin luz. Pero hay quienes dicen que ya están tan habituados que no los escuchan ni les molestan.

Pero les guste o no, conviven con esta especie que desde muchos lugares del mundo los estudian, monitorean sus recorridos y cuidan. Y cada vez más turistas llegan a El Cóndor a hacer avistaje de loros barranqueros y de otros animales. Porque si bien éstos son la estrella del lugar, también hay otras 200 especies marinas, como por ejemplo los lobos marinos que tienen su reserva muy cerquita.

El Cóndor nos sorprendió, nos permitió vivir días sin horarios, en pleno contacto con la naturaleza, disfrutamos de largas noches mirando la luna hermosa sobre el mar y el cielo estrellado, amaneceres anaranjados que te dibujan sonrisas y largos días de playa que nos gustaría repetir.  

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